lunes, 21 de noviembre de 2016

INMIGRANTES II: YUSUF, SIETE INTENTOS Y VARIAS PALIZAS PARA LLEGAR A ESPAÑA

Yusuf en un descanso de su jornada en el Huerto

Tardó un año en alcanzar el`sueño europeo´

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"Me dijeron que aquí se trabajaba tres meses y el resto del año se vivía de lo que se había ganado"


  Yusuf tose de vez en cuando, entre risa y risa. Ha cogido un resfriado y cuando termine su jornada irá al médico. Es lo mejor que le ha pasado en años; estar malo y tener a donde acudir, posibilidad de medicinas y una casa donde reponerse, su piso compartido en Madrid.

    Me ofrece sandía orgulloso de su color, el de la sandía, un rojo intenso que contrasta con el marrón oscuro de su piel. "Está muy buena, toma más", me dice. Y con sus inmensas manos corta las rodajas antes de que yo pueda contestarle. Mientras charlamos le ayudo en el huerto de Hermana Tierra, la ong para la que trabaja.

      Yusuf es de Mali, nació en Ségou , pero vivió mucho tiempo en Mopti, "Allí había mucho miedo, luchas, guerra, no se podía trabajar", me cuenta.  ¿Por qué?", le pregunto.  Y pasa veinte minutos tratando de explicarme el problema de su país. Independentistas, terroristas, rebeldes...Mezquitas y restos históricos -como Tombuctú-destuidos. Muchas muertes. Un remolino de nombres, intereses cruzados y lazos entre quien ataca y quien pretende defender. 

     Es uno de tantos conflictos africanos que hacen que alguien como Yusuf se precipite a un abismo sin ninguna protección con la esperanza de caer en algo mullido. 

Yusuf, en el suelo, plantando verduras
 Yusuf pagó parte de sus ahorros por una plaza en un coche y llegó hasta la frontera con Argelia. De allí, andando a escondidas, hasta el país vecino.  "En Argelia saben que la gente de Mali", dice,"huye de la guerra, y  nos dejan entrar". "Encontré a alguien de mi país que me aconsejó registrarme en una comisaría y me acompañó. Apuntaron mi nombre y me dejaron una habitación durante un tiempo". 

     Hasta ahí todo más o menos fácil. Pero de repente, escuchando cuentos de hadas, empezó a soñar con Europa y la ilusión el caló en los huesos. 

   "Me contaron que aquí se trabajaba tres meses y el resto del año se vivía de lo que se había ganado (...) Yo solo sabía que había que ir a Marruecos, no que después había una valla que no se podía saltar" dice riendo como quien ha cometido una travesura.

   Junto a nueve personas pagó con sus ahorros a un guía que les llevara por el monte hasta Marruecos; había que hacer la ruta por la noche. Fue cuando empezó a pasar miedo.  "Yo sabía que en Argelia si eres de Mali no te hacen nada....pero en Marruecos no es así"...Ni recordando las palizas que le dieron una y otra vez deja de sonreír. 

Yusuf recuerda tranquilo su entrada en España
    Su relato empieza a impactarme y me equivoco con una planta, la arranco como si fuera una mala hierba....Yusuf se da cuenta y me sonríe..."Esa no", me dice, "no pasa nada, yo la vuelvo a plantar" Y sonríe de nuevo para seguir contando. 

      "Llegamos a un punto donde pudimos coger un tren de mercanías.  Escondidos en un vagón abierto por arriba llegamos a Nador (...) pero tuvimos que bajarnos antes de la última parada y salir corriendo con el tren en marcha (...) A algunos los detuvo la polícía marroquí, a mí no. Yo corrí mucho y conseguí subir a la montaña (...) allí hay mucha gente que te ayuda; te da pan, agua, leche..."

    Fue entonces cuando llegó la hora de abordar el mar. "La patera grande costaba 1.000 euros", recuerda, "yo no tenía ese dinero, así que le dimos dinero a un chico de Marruecos, 200 euros cada uno, y nos metió en una patera inflable, sin motor. Había que remar mucho", recuerda.

    "¿No te planteaste volver a casa?", le pregunto . "Era mi sueño", me contesta convencido. Y sigue.  "Nos montamos en la patera por la noche. Cruzamos hasta salir al mar, pero cuando faltaba poco para llegar a Melilla la guardia costera española nos detuvo y nos entregó a Marruecos".

    Esa fue la primera vez que Yusuf volvió a la casilla de salida. Le mandaron a Argelia, donde casi le detienen porque había perdido los papeles.  Fue solo la primera de las siete veces que intentó llegar a Europa. "Me detuvieron en el monte, en la valla, en la ciudad...varias veces". Las consecuencias las notó en sus huesos. Recibió palizas y amenazas físicas.

     "Tres veces compré el pasaje en la patera, luego ya no tuve más dinero e intenté saltar la valla (...) Lo conseguí a la cuarta". Y acto seguido me me enseña cicatrices que corroboran su esfuerzo y su tesón. 

     "Cuando lo conseguí eran las cinco de la madrugada. Pasé a Melilla corriendo y me escondí en unos arbustos". Recuerda con cariño a las señoras que le vieron y le recomendaron ir a la Policía Nacional. "Tuve miedo porque ellas me hablaron en francés  y pensé que podían ser de Marruecos. Pero no. Me ayudaron, me acompañaron ....Ese dia entramos muchos por la valla".

Con su gorro de paja se protege del sol
     Era el 7 enero de 2013, había pasado un año desde que salió de su pueblo..."Tuve suerte", me dice, "conocí gente que llevaba más de siete años intentando entrar". 

    En este punto su rostro se relaja aún más. Y recuerda que estuvo tres meses en el Campo de Refugiados con tres pantalones y seis camisetas. "Me cuidaron", me dice. 

     En tres años, hasta hoy, han sido distintas asociaciones las que se encargaron de ofrecerle salida en España. "Nos dieron billetes de barco para Málaga, nos llevaron en autobús a Cádiz y nos buscaron una habitación. Luego a Sevilla y a Barcelona. Finalmente, terminé en Madrid". 

     Aquí termina su pesadilla. Ahora tiene un contrato con un sueldo estable. Amigos y compañeros con quien comparte su día a día. Ha localizado a su familia y habla de vez en cuando con ellos por skype.  Quiere quedarse en España y casarse aquí. "No es como yo pensaba, pero es mejor que mi país", asegura. Se ha dado cuenta de que su sueño era irreal, pero sabe que fue creer en una ilusión lo que le hizo perseverar a pesar del miedo y las penurias.

     Llevamos tres horas juntos y apenas ha interrumpido su relato tres o cuatro veces. Trabaja tanquilo y ríe. Ríe mucho. Quien le conoce más me asegura que es un hombre bueno, que no guarda rencor a pesar de lo que ha vivido. Sabe que hay ir soltando lastre para poder avanzar. 


INMIGRANTES III: EL VIAJE DE URI


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