Ángela con parte de sus nuevos hermanos |
Después de siete años, ya tiene un hogar
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Su adopción es imposible pero
vivirá en una familia de acogida
Hace meses que la esperanza de paz se
evaporó en Kivu Norte, al noreste de la RD Congo, que sigue arrastrando
una de las muchas guerras invisibles africanas: la de las guerrillas y la
corrupción. El último brote de violencia terminó con decenas de vidas en los
alrededores de la localidad de Beni. Y también se llevó la oportunidad de que
Ángela fuera, por fin, adoptada
Tiene siete años y no conoce más que el orfanato de las Hermanas Oblatas de Beni. Allí ha compartido cuidados y juegos con muchos niños. Unos van, otros vienen, y ella siempre se queda.
Ángela llegó al orfanato con meses, su familia había muerto en una epidemia. Su estado era grave y las monjas pensaron que no saldría adelante. Por eso llamaron a un joven cura, Kambale, para que le diera la extremaunción. Y sin saberlo, cambiaron la vida de los dos.
Y así, hace casi dos años, inició junto a las monjas un proceso que se ha convertido en una pesadilla.
"Reconocí síntomas de tuberculosis y una falta de afecto enorme", cuenta Kambale. "La miré. Me miró. La toqué y le hablé. Reaccionó positivamente y comprendí que tenía que hacer algo por ella". Años después todavía lo cuenta con una nube en sus ojos.
Ángela con Kambale y otro niño del orfanato |
"Reconocí síntomas de tuberculosis y una falta de afecto enorme", cuenta Kambale. "La miré. Me miró. La toqué y le hablé. Reaccionó positivamente y comprendí que tenía que hacer algo por ella". Años después todavía lo cuenta con una nube en sus ojos.
Se empeñó en sacarla adelante. Exámenes médicos, cariño y contacto, "piel con piel", dice. Establecieron una relación estrecha. "Me he convertido en el padre de la niña", me dice, orgulloso. "No conoce otra familia más que la mía. Mi madre es su abuela y mis hermanos, su familia. Están dispuestos a adoptarla".
Volvieron al orfanato resignados a que de un momento a otro alguien fuera a recoger a Ángela. Pasó más de un año; ni una llamada, ni una visita...nada. Su "tío" no parecía acordarse de ella.
Ángela, hace dos años, con su abuela
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Desde el orfanato hicieron todo lo legalmente posible con un dinero que no tenían. Denunciaron a la familia por no proteger a la niña. Pidieron la intervención de la organización local para la protección de la infancia. Pero nada.
Mientras, ajena a todo, Ángela jugaba con su amigo Bahati, o con cualquier otro, en las faldas de la madre de Kambale, su "abuela". Y la violencia rodeaba el orfanato sin que ella pudiera ponerse a salvo.
Ese viaje no se hizo nunca. Dinero, dificultades burocráticas y, lo definitivo, carreteras de nuevo salpicadas de peligros que el funcionario no estaba dispuesto a afrontar.
Un funcionario del Tribunal Especial para la Protección de la Infancia -creado por el abuso y tráfico de niños constatado en el país- se comprometió a viajar junto a Kambale para constatar "oficialmente" la situación del familiar lejano de la niña. Sólo así podrían declararlo culpable de abandono y quitarle la autoridad legal sobre ella.
Con parte de su nueva familia |
Hace unos días Ángela abandóno el orfanato. Lo hizo segura y sonriente. Una prima de Kambale, a la que no le sobra ni un franco, se la ha llevado a su casa de Butembo a 60 kilómetros de Beni. Ahora tiene cinco hermanos e irá a la escuela básica de Bakita. El joven cura tendrá que reunir dinero para mandarle cada mes. Pero lo más difícil ya está hecho.
Ángela volverá hoy del colegio a casa y encontrará una familia, una cama propia y un hueco para su ropa y sus libros. Pasará las vacaciones con su "abuela", la madre de Kambale. Y este, a quien sigue llamando papá, irá a visitarla tanto como pueda. Ya con la tranquilidad de que Ángela tiene a diario el calor y el cariño de un hogar.
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Cuánto tenemos todavía que aprender de gente como el joven cura...
ResponderEliminarCuánto tenemos todavía que aprender de gente como el joven cura...
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