jueves, 9 de noviembre de 2017

ÁFRICA XII: ÁNGELA, POR FIN CON UNA FAMILIA


Ángela con parte de sus nuevos hermanos
    Después de siete años, ya tiene un hogar
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   Su adopción es imposible pero vivirá en una familia de acogida

    Hace meses que la esperanza de paz se evaporó en Kivu Norte, al noreste de la RD Congo, que sigue arrastrando una de las muchas guerras invisibles africanas: la de las guerrillas y la corrupción. El último brote de violencia terminó con decenas de vidas en los alrededores de la localidad de Beni. Y también se llevó la oportunidad de que Ángela fuera, por fin, adoptada 

    Tiene siete años y no conoce más que el orfanato de las Hermanas Oblatas de Beni. Allí ha compartido cuidados y juegos con muchos niños. Unos van, otros vienen, y ella siempre se queda. 

     Ángela llegó al orfanato con meses, su familia había muerto en una epidemia. Su estado era grave y las monjas pensaron que no saldría adelante. Por eso llamaron a un joven cura, Kambale, para que le diera la extremaunción. Y sin saberlo, cambiaron la vida de los dos.
Ángela con Kambale y otro niño del orfanato 
     Y así, hace casi dos años, inició junto a las monjas un proceso que se ha convertido en una pesadilla.

     "Reconocí síntomas de tuberculosis y una falta de afecto enorme", cuenta Kambale. "La miré. Me miró. La toqué y le hablé. Reaccionó positivamente y comprendí que tenía que hacer algo por ella". Años después todavía lo cuenta con una nube en sus ojos.

   Se empeñó en sacarla adelante. Exámenes médicos, cariño y contacto, "piel con piel", dice. Establecieron una relación estrecha. "Me he convertido en el padre de la niña", me dice, orgulloso. "No conoce otra familia más que la mía. Mi madre es su abuela y mis hermanos, su familia. Están dispuestos a adoptarla".

    Había que confirmar que no quedaba vivo ningún familiar de la niña, aunque fuera lejano. Kambale y varias monjas recorrieron cientos de kilómetros en su furgoneta, rumbo a la selva del norte de la región. En una aldea remota dieron con un tío lejano de Ángela, sumergido en el alcohol y en la miseria. No conocía a la niña pero enseguida pensó que sería de ayuda en casa, para algunas labores y cuidar a varios críos más pequeños.

    Se negó a firmar la autorización para que pudiera ser adoptada. Y esgrimió un argumento válido en este país, me explican las monjas: "Culturalmente está mal visto abandonar a un familiar, cualesquiera que sean los lazos. Va en contra de la tradición".

     Volvieron al orfanato resignados a que de un momento a otro alguien fuera a recoger a Ángela. Pasó más de un año; ni una llamada, ni una visita...nada. Su "tío" no parecía acordarse de ella.


Ángela, hace dos años,  con su abuela 
     Pero curiosamente, en un país inundado de corrupción institucional, violencia e  injusticia social, hay quien cumple la ley hasta el final. El juez lo dejó claro: sin autorización de un familiar no se puede conceder la adopción.

      Desde el orfanato hicieron todo lo legalmente posible con un dinero que no tenían. Denunciaron a la familia por no proteger a la niña. Pidieron la intervención de la organización local para la protección de la infancia. Pero nada.

     Mientras,  ajena a todo, Ángela jugaba con  su amigo Bahati, o con cualquier otro, en las faldas de la madre de Kambale, su "abuela". Y la violencia rodeaba el orfanato sin que ella pudiera ponerse a salvo.
    Ese viaje no se hizo nunca. Dinero, dificultades burocráticas y, lo definitivo, carreteras de nuevo salpicadas de peligros que el funcionario no estaba dispuesto a afrontar.

    Un funcionario del Tribunal Especial para la Protección de la Infancia -creado por el abuso y tráfico de niños constatado en el país- se comprometió a viajar junto a Kambale para constatar "oficialmente" la situación del familiar lejano de la niña. Sólo así podrían declararlo culpable de abandono y quitarle la autoridad legal sobre ella.


Con parte de su nueva familia
     Kambale sí. Recorrió kilómetros y kilómetros en su moto tratando de solucionar este sinsentido. Meses después lo ha conseguido. Ante su insistencia y determinación, el juez ha decidido conceder la "acogida" para Ángela mientras se consigue la adopción definitiva.
     Hace unos días Ángela abandóno el orfanato. Lo hizo segura y sonriente. Una prima de Kambale, a la que no le sobra ni un franco, se la ha llevado a su casa de Butembo a 60 kilómetros de Beni. Ahora tiene cinco hermanos e irá a la escuela básica de Bakita. El joven cura tendrá que reunir dinero para mandarle cada mes. Pero lo más difícil ya está hecho.

      Ángela volverá hoy del colegio a casa y encontrará una familia, una cama propia y un hueco para su ropa y sus libros. Pasará las vacaciones con su "abuela", la madre de Kambale. Y este, a quien sigue llamando papá, irá a visitarla tanto como pueda. Ya con la tranquilidad de que Ángela tiene a diario el calor y el cariño de un hogar.




   





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2 comentarios:

  1. Cuánto tenemos todavía que aprender de gente como el joven cura...

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  2. Cuánto tenemos todavía que aprender de gente como el joven cura...

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